-Relleno mis cafés
con dos cucharaditas de
lo que podría llamar
consuelo o soledad,
pero,
en realidad es azúcar.
-Confieso
que no entraba en la cafetera
toda mi alegría,
y había que diseccionarla,
con la pasión de un carnicero colombiano.
-Remuevo
las paginas de mis atrasados diarios
que tienen visos de algo nuevo,
cada vez que los leo, cada vez, a diario,
como quien no limpia el filtro
y hace cafés aguados o pasados de dos días.
Como el remover de una cucharilla mal lavada.
Remuevo sin descanso.
-Y espero mientras se cuece.
No cuezo en la espera.
Técnicas para lograr el café más amargo.
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